¿Cuántas horas pasas al día delante de una pantalla? Hablo de pantallas de TV (programas de televisión y videojuegos), ordenador, smartphone, tablet… y no se si me dejo algo más. Los australianos adultos (sobre una población total, adultos y menores, sobre los 23 millones de habitantes) emplean 9,8 miles de millones de horas en ver la televisión, sobre datos de 2008. ¿Conoces el sorprendente impacto de mirar una pantalla en tu vida?
La escritora y consultora Linda Stone, publicó en 2008 los resultados de una investigación que le llevó a acuñar el concepto de “e-mail apnea” o “screen apnea” (apnea del e-mail o de pantalla). Observó en cientos de personas que, cuando miraban una pantalla (de cualquier tipo), se producían cambios en su respiración natural. Ésta se volvía más superficial o se producía cierta contención, especialmente cuando contestaban el correo electrónico. Además solían adoptar una postura corporal que dificultaba mantener esa respiración natural. Bien, ¿y qué?
Diversos estudios científicos demuestran que estas alteraciones del ritmo respiratorio natural tienen un gran impacto en los desórdenes ligados con el estrés crónico. Nuestro cuerpo se “acidifica”, generando óxido nítrico. Este importante cambio bioquímico tiene un importante papel en nuestra salud y bienestar, puesto que tiene un impacto negativo en funciones como:
El estado “fight-or-flight” es fundamental en la evolución humana, puesto que nos ha permitido adaptarnos y sobrevivir a circunstancias de extremo peligro físico. Ya desde nuestros más remotos ancestros decidimos casi de forma instantánea, o bien atacar y hacer frente a ese peligro (si es bajito y se deja) o bien dedicar casi todos los recursos corporales en huir a toda velocidad. Por ejemplo, si un avispado antepasado nuestro intuía que un simpático tigre, modelo “colmillos de sable-full equip” merodeaba por los alrededores, por decir algo.
Pero este mecanismo, que tanto ha ayudado a nuestra especie a evolucionar, está diseñado para activarse durante una cierta corta duración en el tiempo. Por lo que parece, horas a lo sumo. Y aquí radica el problema. Nuestro inconsciente sigue reaccionando de forma física y corporal frente a lo que asimila a un peligro. Pero en los días en que vivimos, esos “peligros” no siempre son reales (contestar el correo electrónico), o no necesitan una respuesta física (sentarnos delante del ordenador o dispositivo móvil). Cuando este mecanismo se activa constantemente y de forma sostenida durante días y meses enteros (miramos pantallas durante horas cada día), es fácil entender cómo nuestro cuerpo se descompensa y comienzan a aparecer disfunciones como las que hemos comentado anteriormente. Recordemos que desactiva el estado “rest-and-digest”.
Añadamos que este estado de alerta propicia reacciones impulsivas y comportamientos compulsivos. Lo que facilita el sobreconsumo y a una menor consciencia de cuando tenemos hambre o estamos saciados. El resultado es que buscamos cualquier tipo de recursos a consumir, sea comida o información, de forma compulsiva, lo que puede explicar que recurramos continuamente a chequear si tenemos un nuevo mensaje de correo, o notificación de cualquier red social. Para acabarnos de animar, sabemos que al leer un mensaje digital, generamos en nuestros cerebros un “chute” de endorfinas (similar a cuando hemos realizado ejercicio físico de gran intensidad), con lo cual la cosa se complica. Por si sólo es un poderoso causante de que volvamos una y otra vez a chequear si tenemos mensajes nuevos. Lo que genera una pérdida de concentración, rendimiento y foco sobre nuestros objetivos más importantes. Afecta también a nuestra capacidad de toma de decisiones, a la creación de nuevos hábitos saludables y a nuestra productividad personal y gestión eficaz del tiempo.
¿Queremos decir entonces que nos tenemos que alejar de la tecnología y de sus progresos?
Decididamente no. Sería obviar los enormes beneficios que nos aportan, además de no poder/querer ir contra la evolución humana. El mensaje y solución está en la línea que la propia Linda Stone nos presenta. En su estudio, observó como músicos, bailarines, atletas o pilotos militares de élite no padecían el síndrome de la apnea del e-mail. Lo que tenían en común estas personas era que habían aprendido, debido a sus profesiones, técnicas de control de la respiración.
Algunas de estas técnicas, como pueden ser la respiración diafragmática, la respiración Buteyko, las artes marciales, el yoga (pranayama) o la meditación avanzada, parecen ser capaces de activar el sistema nervioso parasimpático. El cual facilita a nuestros cuerpos el mantenerse sanos, potenciando una respuesta en nuestros actos más deliberada y consciente, erradicando las respuestas automáticas e impulsivas con que reaccionamos a menudo.
El mensaje es claro. El problema no está en la tecnología, sino en el cómo hacemos uso de ella. Y la sugerencia, aprender e interiorizar nuevas habilidades y competencias adaptadas a la nueva era histórica que nos está tocando vivir. Nuestra productividad y bienestar personal y profesional nos lo agradecerán. Por ciero ¿cuánto hace que no miro el correo ;-)
Xavi Rodríguez
Diciembre 2014
La escritora y consultora Linda Stone, publicó en 2008 los resultados de una investigación que le llevó a acuñar el concepto de “e-mail apnea” o “screen apnea” (apnea del e-mail o de pantalla). Observó en cientos de personas que, cuando miraban una pantalla (de cualquier tipo), se producían cambios en su respiración natural. Ésta se volvía más superficial o se producía cierta contención, especialmente cuando contestaban el correo electrónico. Además solían adoptar una postura corporal que dificultaba mantener esa respiración natural. Bien, ¿y qué?
Diversos estudios científicos demuestran que estas alteraciones del ritmo respiratorio natural tienen un gran impacto en los desórdenes ligados con el estrés crónico. Nuestro cuerpo se “acidifica”, generando óxido nítrico. Este importante cambio bioquímico tiene un importante papel en nuestra salud y bienestar, puesto que tiene un impacto negativo en funciones como:
- procesos de aprendizaje
- memoria
- sueño
- sensación de dolor
- depresión
- procesos de inflamación, que favorecen la obesidad
El estado “fight-or-flight” es fundamental en la evolución humana, puesto que nos ha permitido adaptarnos y sobrevivir a circunstancias de extremo peligro físico. Ya desde nuestros más remotos ancestros decidimos casi de forma instantánea, o bien atacar y hacer frente a ese peligro (si es bajito y se deja) o bien dedicar casi todos los recursos corporales en huir a toda velocidad. Por ejemplo, si un avispado antepasado nuestro intuía que un simpático tigre, modelo “colmillos de sable-full equip” merodeaba por los alrededores, por decir algo.
Pero este mecanismo, que tanto ha ayudado a nuestra especie a evolucionar, está diseñado para activarse durante una cierta corta duración en el tiempo. Por lo que parece, horas a lo sumo. Y aquí radica el problema. Nuestro inconsciente sigue reaccionando de forma física y corporal frente a lo que asimila a un peligro. Pero en los días en que vivimos, esos “peligros” no siempre son reales (contestar el correo electrónico), o no necesitan una respuesta física (sentarnos delante del ordenador o dispositivo móvil). Cuando este mecanismo se activa constantemente y de forma sostenida durante días y meses enteros (miramos pantallas durante horas cada día), es fácil entender cómo nuestro cuerpo se descompensa y comienzan a aparecer disfunciones como las que hemos comentado anteriormente. Recordemos que desactiva el estado “rest-and-digest”.
Añadamos que este estado de alerta propicia reacciones impulsivas y comportamientos compulsivos. Lo que facilita el sobreconsumo y a una menor consciencia de cuando tenemos hambre o estamos saciados. El resultado es que buscamos cualquier tipo de recursos a consumir, sea comida o información, de forma compulsiva, lo que puede explicar que recurramos continuamente a chequear si tenemos un nuevo mensaje de correo, o notificación de cualquier red social. Para acabarnos de animar, sabemos que al leer un mensaje digital, generamos en nuestros cerebros un “chute” de endorfinas (similar a cuando hemos realizado ejercicio físico de gran intensidad), con lo cual la cosa se complica. Por si sólo es un poderoso causante de que volvamos una y otra vez a chequear si tenemos mensajes nuevos. Lo que genera una pérdida de concentración, rendimiento y foco sobre nuestros objetivos más importantes. Afecta también a nuestra capacidad de toma de decisiones, a la creación de nuevos hábitos saludables y a nuestra productividad personal y gestión eficaz del tiempo.
¿Queremos decir entonces que nos tenemos que alejar de la tecnología y de sus progresos?
Decididamente no. Sería obviar los enormes beneficios que nos aportan, además de no poder/querer ir contra la evolución humana. El mensaje y solución está en la línea que la propia Linda Stone nos presenta. En su estudio, observó como músicos, bailarines, atletas o pilotos militares de élite no padecían el síndrome de la apnea del e-mail. Lo que tenían en común estas personas era que habían aprendido, debido a sus profesiones, técnicas de control de la respiración.
Algunas de estas técnicas, como pueden ser la respiración diafragmática, la respiración Buteyko, las artes marciales, el yoga (pranayama) o la meditación avanzada, parecen ser capaces de activar el sistema nervioso parasimpático. El cual facilita a nuestros cuerpos el mantenerse sanos, potenciando una respuesta en nuestros actos más deliberada y consciente, erradicando las respuestas automáticas e impulsivas con que reaccionamos a menudo.
El mensaje es claro. El problema no está en la tecnología, sino en el cómo hacemos uso de ella. Y la sugerencia, aprender e interiorizar nuevas habilidades y competencias adaptadas a la nueva era histórica que nos está tocando vivir. Nuestra productividad y bienestar personal y profesional nos lo agradecerán. Por ciero ¿cuánto hace que no miro el correo ;-)
Xavi Rodríguez
Diciembre 2014