Hace poco más de un año compartía el post Propósitos de año nuevo y comida para conejos. En él relacionaba los propósitos de año nuevo con nuestra fuerza de voluntad. En resumen, explicaba como multitud de investigaciones apuntaban a que nuestra fuerza de voluntad es limitada. Según la teoría conocida como ego depletion, aquella se va consumiendo durante el día, cada vez que tenemos que autocontrolarnos, tomando infinidad de decisiones. Importantes algunas, otras muchas nimias, en apariencia. Resulta útil pensar en nuestra fuerza de voluntad como si fuera el combustible de un automóvil. Cada trayecto consume su parte proporcional de gasolina. Ya sea que por pereza nos dé por coger el coche para comprar el periódico al quiosco cercano, ya sea para ir a una importantísima reunión. El motor no entiende de importancia, sino de kilómetros, por lo que consume independientemente de la importancia de la tarea. Y todo esto venía a cuento, porque nos podía explicar como otro año más, muchos de nuestros bienintencionados propósitos de año nuevo seguían sin cumplirse meses más tarde. Simplemente estábamos agotados tomando muchas otras decisiones, que nos impedían mantener una reserva de “combustible-fuerza de voluntad” suficiente como para salir a correr, comer más sano, dejar la cerveza (esto sumamente difícil :-), aprender un nuevo idioma, o ser un papá más chachi-guay con los niños. Por poner algunos ejemplos. La sugerencia final era analizar nuestro momento personal, y temporalizar y/o secuenciar nuestros nuevos cambios de hábitos y propósitos. Pero ¿sabéis una cosa? Podría estar equivocado.
Esto de la ciencia tiene peligro. Como en el amor (por lo que he leído por ahí) cuando menos te lo esperas, resulta que te la están pegando con tu mejor enemig@. Con la consiguiente decepción que provocan las infidelidades. Hasta que llegas a la conclusión de que lo mejor son las relaciones abiertas. En el tema de la ciencia, me refiero… en lo de las parejas, no me meto. De ahí lo de las infidelidades, pues es como me quedé cuando leí lo que hoy os cuento.
Bueno, al lío: que resulta que nuevas investigaciones apuntan a que la fuerza de voluntad podría no ser un recurso limitado. Y la conclusión hará las delicias de muchos de los que nos dedicamos (entre otras cosas) a eso que se ha dado en llamar coaching: la fuerza de voluntad depende de nuestras creencias, y también de nuestra biología. Por tanto toca… ¿a ver si lo adivinamos?… ¡cambiar creencias!, efectivamente. Ahora es cuando me imagino a muchos diciendo para sí: “ves ¡ya lo sabíamos!”. Vale, de acuerdo.
Algunas investigaciones relativamente recientes, como la del equipo de Carol Dweck, apuntan ahora a que nuestras expectativas y creencias, limitan o potencian nuestra fuerza de voluntad. Es decir, un auténtico peligro la teoría del ego depletion. Sería la responsable de que ante un nuevo propósito tipo: “hoy me toca gimnasio”, nuestro discurso interior fácilmente descerrajara un pensamiento tipo: “Pues hoy tampoco va a ser. Total, entre que estoy ahorrando, tengo un jefe que me pone de los nervios, me estoy quitando de tomarme un cañita mientras preparo la cena, etc., etc.y como todo esto, y más, dice el internet que consume mi fuerza de voluntad, la debo tener agotada. ¡Hoy tampoco hay gym!; a ver la tele tranquilamente pues, con cervecita incluida.”. Con lo cual, ¿qué es lo que podemos hacer? Pues pensar en que tenemos mucha más fuerza de voluntad de la que creemos, y que según pensemos, tendremos más números para conseguir nuestros propósitos. Cambiar creencias, ese mantra que tanto escuchamos (y explicamos), pero que tanto cuesta interiorizar la mayoría de veces. Otro día hablaremos de eso tan sexy que es cambiar creencias, en la práctica.
Entonces ¿con qué nos quedamos? Personalmente llevo unos meses dándole vueltas al tema. En mi modesta opinión, las sugerencias del primer post siguen siendo válidas en su mayoría. Hay momentos en que tu estado general de ánimo, porque te van mejor las cosas o ve te tú a saber, te hacen tirar adelante muchos cambios a la vez en tu vida. Pero hay otros momentos, por infinidad de razones también, en que me parece todavía mucho más aconsejable empezar por pequeños cambios y conseguir pequeñas victorias, para ir empezar a rodar una bola que traerá más y mayores cambios de hábitos. El poder de una pequeña y rápida victoria tiene un impacto infinitamente más favorable que empezar con muchos y grandes proyectos, sin resultados positivos a la vista.
Ahora bien, no caigamos en la derrota fácil y el desánimo provocados por nuestro autosaboteador interior. Justificándonos con razones que lo alimentan. Sigamos insistiendo y persistiendo en nuestros sueños y objetivos, aprendiendo y disfrutando de los fracasos. Rebuscando en nuestras emociones más profundas, que nos conectarán con las motivaciones más poderosas para seguir adelante y lograr nuestros objetivos. Si a su vez, somos capaces de observar la realidad con una ecuanimidad perfecta, esa que nos evita caer en un optimismo gratuito e ilusorio, podremos enfocarnos en conseguir aquello que realmente vale la pena, en relación al esfuerzo necesario. Pero eso es lo que a mí me sirve, aquí y ahora. Como siempre, que cada uno que se quede con lo que le funcione. Así es que, ¿te apetece una galleta, ó 10 kilómetros de running?
Os deseo un Feliz 2015 a tod@s, lleno de nuevos propósitos conseguidos.
Xavi Rodríguez
Enero 2015
Esto de la ciencia tiene peligro. Como en el amor (por lo que he leído por ahí) cuando menos te lo esperas, resulta que te la están pegando con tu mejor enemig@. Con la consiguiente decepción que provocan las infidelidades. Hasta que llegas a la conclusión de que lo mejor son las relaciones abiertas. En el tema de la ciencia, me refiero… en lo de las parejas, no me meto. De ahí lo de las infidelidades, pues es como me quedé cuando leí lo que hoy os cuento.
Bueno, al lío: que resulta que nuevas investigaciones apuntan a que la fuerza de voluntad podría no ser un recurso limitado. Y la conclusión hará las delicias de muchos de los que nos dedicamos (entre otras cosas) a eso que se ha dado en llamar coaching: la fuerza de voluntad depende de nuestras creencias, y también de nuestra biología. Por tanto toca… ¿a ver si lo adivinamos?… ¡cambiar creencias!, efectivamente. Ahora es cuando me imagino a muchos diciendo para sí: “ves ¡ya lo sabíamos!”. Vale, de acuerdo.
Algunas investigaciones relativamente recientes, como la del equipo de Carol Dweck, apuntan ahora a que nuestras expectativas y creencias, limitan o potencian nuestra fuerza de voluntad. Es decir, un auténtico peligro la teoría del ego depletion. Sería la responsable de que ante un nuevo propósito tipo: “hoy me toca gimnasio”, nuestro discurso interior fácilmente descerrajara un pensamiento tipo: “Pues hoy tampoco va a ser. Total, entre que estoy ahorrando, tengo un jefe que me pone de los nervios, me estoy quitando de tomarme un cañita mientras preparo la cena, etc., etc.y como todo esto, y más, dice el internet que consume mi fuerza de voluntad, la debo tener agotada. ¡Hoy tampoco hay gym!; a ver la tele tranquilamente pues, con cervecita incluida.”. Con lo cual, ¿qué es lo que podemos hacer? Pues pensar en que tenemos mucha más fuerza de voluntad de la que creemos, y que según pensemos, tendremos más números para conseguir nuestros propósitos. Cambiar creencias, ese mantra que tanto escuchamos (y explicamos), pero que tanto cuesta interiorizar la mayoría de veces. Otro día hablaremos de eso tan sexy que es cambiar creencias, en la práctica.
Entonces ¿con qué nos quedamos? Personalmente llevo unos meses dándole vueltas al tema. En mi modesta opinión, las sugerencias del primer post siguen siendo válidas en su mayoría. Hay momentos en que tu estado general de ánimo, porque te van mejor las cosas o ve te tú a saber, te hacen tirar adelante muchos cambios a la vez en tu vida. Pero hay otros momentos, por infinidad de razones también, en que me parece todavía mucho más aconsejable empezar por pequeños cambios y conseguir pequeñas victorias, para ir empezar a rodar una bola que traerá más y mayores cambios de hábitos. El poder de una pequeña y rápida victoria tiene un impacto infinitamente más favorable que empezar con muchos y grandes proyectos, sin resultados positivos a la vista.
Ahora bien, no caigamos en la derrota fácil y el desánimo provocados por nuestro autosaboteador interior. Justificándonos con razones que lo alimentan. Sigamos insistiendo y persistiendo en nuestros sueños y objetivos, aprendiendo y disfrutando de los fracasos. Rebuscando en nuestras emociones más profundas, que nos conectarán con las motivaciones más poderosas para seguir adelante y lograr nuestros objetivos. Si a su vez, somos capaces de observar la realidad con una ecuanimidad perfecta, esa que nos evita caer en un optimismo gratuito e ilusorio, podremos enfocarnos en conseguir aquello que realmente vale la pena, en relación al esfuerzo necesario. Pero eso es lo que a mí me sirve, aquí y ahora. Como siempre, que cada uno que se quede con lo que le funcione. Así es que, ¿te apetece una galleta, ó 10 kilómetros de running?
Os deseo un Feliz 2015 a tod@s, lleno de nuevos propósitos conseguidos.
Xavi Rodríguez
Enero 2015